Hoy dice el señor al Estado de Israel y a los gobiernos y empresas que ejecutan, financian y apoyan el genocidio contra el Pueblo Palestino.

“¿No saben que son Santuario de Dios y que el espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el santuario de Dios, Dios le destruirá a él; porque  el santuario de Dios es sagrado, y ustedes son ese santuario” (1 Cor 3,16).

Estado de Israel, ustedes están matando al propio Dios que habita en su santuario, en los cuerpos de las 60.000 niñas, niños, mujeres y hombres que han sido asesinados en Gaza.

Estado de Israel, “¿dónde está tu hermano? -Pregunta Dios-.  ¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mi desde el suelo. Pues bien: maldito seas, lejos de este suelo que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano”. (Gen 4, 9-11)

Paren ya, acojan la justicia de la humanidad que condenó por genocidio al líder del exterminio. Acojan el derecho divino y humano que ordena no matarás (Ex 20,13), arrepiéntanse.

Reconozcan que el pueblo de Dios es la humanidad toda, que clama, con el profeta Miqueas (4,3), que las espadas   se conviertan en arados y en hoces sus lanzas, para que llegue la paz justa, para que las armas de la muerte se conviertan en herramientas para la vida.

Hacemos nuestras las palabras de San Oscar Arnulfo Romero, mártir en el Salvador en 1980 y hoy presente con nosotras y nosotros, apelando a la conciencia que puede quedar en los militares del Estado de Israel: “ante una orden de matar que de un hombre debe prevalecer la ley de Dios que dice: no matar. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios. Una ley inmoral nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo que recuperen su conciencia y obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado… ¡En nombre de Dios, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: cese la represión!”, ¡que cese el genocidio!