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GENERO Y PATRIARCADO

22 de diciembre de 2024

Un grito invisible de las mujeres lencas ante la violencia

HONDURAS:
Este reportaje fue realizado con el apoyo de la International Women’s Media Foundation (IWMF), como parte de su iniciativa ¡Exprésate! en América Latina. www.iwmf.org por un periodismo más incluyente.

“Alistá la bolsita porque te vas con él”, sin entender lo que ocurría una niña fue entregada a un hombre con quien tuvo que convivir desde ese momento.

A partir de ese día fue violada, soportó años de abusos, tuvo 4 hijos con él y hoy adulta recuerda ese calvario, “yo no sabía que eso estaba mal, solo me dijeron que me iba y me fui, ahora lo detesto, él no existe para mí”.

Historias como estas no son aisladas, sino el reflejo de una realidad que enfrentan diariamente muchas niñas y mujeres lencas.

 

INFORME ESPECIAL DE RADIO PROGRESO DE HONDURAS

 

En las comunidades lencas los diferentes tipos de violencia que sufren las mujeres han sido normalizados históricamente. Aún, es “común” que las niñas sean intercambiadas por bienes o favores. Son enviadas a trabajar y los padres cobran sus salarios, normalizando la violación de sus derechos. Esta trata, combinada con la pobreza extrema, refuerza la desigualdad y vulnerabilidad de las mujeres.

Desde pequeñas, las mujeres lencas enfrentan las desigualdades propias de ser mujer en una cultura donde las oportunidades son limitadas, así lo recuerda doña Caridad, “antes, solo los varones iban a la escuela. Nosotras no teníamos opción. Yo quería aprender, pero mi mamá pensaba que las niñas solo estaban para buscar marido”.

Su hermana fue obligada a unirse con un hombre al que no quería, “Mi mamá insistió en que aceptara a alguien que ella eligiera, pero mi hermana no lo quería. A pesar de ello, la forzaron”.

“Su vida estuvo llena de sufrimiento”. El hombre era violento y alcohólico, lo que obligó a su hermana a criar sola a sus hijos. “A pesar de las dificultades ella logró sacar adelante a sus hijos sin él, y aunque fue difícil, ahora vive bien por su propio esfuerzo, pero esa experiencia marcó su vida”, narró doña Caridad.

Según Bonifacio García, líder comunitario de la comunidad de Santa Catarina, aun en la zona, “Se conocen casos en que los padres obligan a sus hijas a unirse con un hombre, porque les interesa el estatus económico de otra familia y otro caso es cuando la familia no se quiere ver desprestigiada por un embarazo fuera del matrimonio y utilizan la violencia para lograr su objetivo”.

A nivel nacional la violencia doméstica es un problema alarmante con el que sobreviven muchas mujeres, y en la comunidad lenca no es la excepción, mujeres de todas las edades sufren violencia doméstica que les afecta en su diario vivir y en muchos casos el ser libres se le hace casi imposible.

Según el Ministerio Público, las mujeres de la comunidad lenca enfrentan un panorama preocupante de violencia, en gran parte influenciado por factores culturales y barreras estructurales.

Sin embargo, estas cifras podrían ser sólo una fracción del problema, ya que muchas víctimas no denuncian debido al desconocimiento de sus derechos, la normalización de la violencia y el temor a represalias. 

Mujeres de todas las edades acuden semanalmente a la Organización Intibucana las Hormigas, en busca de ayuda, dicha organización les brinda apoyo psicológico y asesoría legal especialmente en temas de maltrato y pensión alimentaria.

Los casos reportados suelen ser de víctimas adultas, sin embargo, en los últimos años ha incrementado el número de mujeres jóvenes solicitando ayuda, lo que evidencia una problemática intergeneracional que se sigue perpetuando.

Mujeres lencas entre la trata y la discriminación

Linda (nombre ficticio), una joven de 14 años, a punto de terminar sus estudios de secundaria soñaba con mejorar su situación familiar-económica. Un día, una de sus vecinas se le acercó y le habló sobre las oportunidades fuera de su entorno. Las historias ambiciosas y promesas de progreso inundaron la imaginación de la joven, pero sobre todo la idea de poder ayudar a su mamá, fue lo que permitió el inicio de una angustia constante.

Después de pensarlo, la joven de 14 años, aceptó la propuesta de esta vecina “confiable” y decidió ir con ella a la zona urbana para trabajar y ayudar a su mamá. La travesía desde su hogar a la ciudad, empezó en una canoa, la cual era el primer transporte que tuvo que tomar para llegar hasta otro punto y abordar uno nuevo, (autobús). La “vecina confiable” que le ofreció el trabajo la acompañó hasta cierto trayecto y luego le dio indicaciones, diciéndole que la estarían esperando, luego de despedirse y desearle muchos éxitos.

A su llegada, un carro de lujo la llevó a una casa donde todo cambió. Fue obligada a realizar trabajos forzados y servidumbre, sin recibir pago porque le dijeron que “debía los favores” por haberla llevado. Además, fue sometida a explotación sexual, un abuso constante que destruyó su inocencia y esperanza. Solo podía llamar a su madre una vez al mes para decirle que estaba bien, bajo estricta supervisión.

«El primer día fue el único que tuvo paz: el sueño de ayudar a su madre se convirtió en el inicio de su pesadilla.»

 

En lo que va del año, se han contabilizado 40 casos de trata de personas, donde 32 de estos casos registrados, son niñas que proceden de comunidades indígenas del país, entre ellas la lenca.

Una de las mayores barreras para abordar los problemas que afectan a las mujeres lencas es la ausencia de datos específicos sobre su situación. Instituciones gubernamentales como la Secretaría de Educación, el Ministerio Público (MP), el Sistema Nacional de Protección a la Niñez y Adolescencia (SENAF), y otros entes relacionados invisibilizan a las indígenas en sus estadísticas.

«No sé mucho de mujeres lencas», dijo Lizeth Coello, Ministra del SENAF cuando la entrevistó el equipo de En Alta Voz.

Sin embargo, otras instituciones gubernamentales, como: La Secretaría de Derechos Humanos, rebotan las solicitudes y sugieren que se pidan datos al SENAF, Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) o al Comisionado Nacional de los Derechos Humanos (CONADEH), porque ellos no cuentan con información desagregada en relación a las niñas y mujeres lencas.

Asimismo, el Ministerio Público, dijo que los datos que ellos proporcionan son de mujeres en general porque no manejan estadísticas específicas por etnia.

Esta carencia de información muestra la invisibilización y dificulta la creación de políticas públicas efectivas para atender las necesidades de las mujeres lencas.

Las cifras que presenta la Comisión Interinstitucional Contra la Explotación Sexual Comercial y Trata de Personas de Honduras (CICESCT), demuestra una clara vulnerabilidad en las comunidades indígenas lencas y en otros territorios hondureños donde las mujeres suelen ser más indefensas.

El equipo periodístico accedió a datos oficiales del CICESTC, que revelan cifras sobre niñas del departamento de Intibucá, víctimas de diversos delitos en la región; explotación sexual, adopción irregular, servidumbre y pornografía infantil.

En las comunidades rurales, las promesas de trabajo o de mejorar la calidad de vida son las herramientas más utilizadas por los tratantes. Así como le ocurrió a Linda, otras jóvenes más han sido engañadas por los traficantes comerciales.

“Los tratantes a menudo son personas conocidas por las víctimas o miembros de su comunidad. Esto crea un falso sentido de seguridad que termina siendo su mayor debilidad”, explicó a En Alta Voz, el ingeniero, Dennis Sánchez, jefe del sistema nacional de información sobre la trata de personas, CICESTC.

Los rostros de las mujeres y niñas lencas suelen ser similares, incluso las que han sido ultrajadas por su propia familia.

“Vendo a mi hija por un trago”

“Son cambiadas hasta por una botella de alcohol”, reconoció, Maritza Sevilla, una representante de la Organización Intibucana las Hormigas, en Intibucá. Según relató Maritza, las niñas son obligadas a unirse con un hombre porque sus propios padres las consideran como un intercambio beneficioso, sea una parcela de tierra o una “botella de alcohol”.

“Los padres se endeudan y como esa persona puede solventarles dan a cambio a sus hijas menores de edad”, sinceró Maritza Sevilla.

El trabajo forzado y la explotación sexual no sólo son tolerados en ciertas comunidades; en algunos casos, se consideran normales. Muchas familias aceptan que sus hijos trabajen en la servidumbre doméstica porque las alternativas económicas son casi inexistentes. “Hemos tenido casos donde las familias ven el envío de sus hijas a trabajar en casas como una oportunidad. Por apenas 3,000 lempiras (125 USD) al mes, sienten que ya están ganando algo”, explicó Dennis Sánchez.

Además, prácticas como la unión forzada y la explotación sexual siguen siendo prevalentes en ciertas regiones, pese a que son consideradas una forma de trata de personas.

“Estas prácticas están normalizadas en muchas comunidades, lo que hace aún más difícil identificar casos y llevarlos a la justicia”, enfatizó Sánchez.

Las mujeres lencas históricamente son vulnerables a la trata de personas y también a la violencia de género.

Los pueblos indígenas representan cerca del 10% de la población de Honduras, siendo el pueblo Lenca el más numeroso con el 63% del total.

Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en el año 2023 en el departamento de Intibucá se registran más de 148,572 mujeres, mientras que hombres 130,539.

En los últimos cuatro años el Ministerio Público, ha recibido alrededor de 500 denuncias relacionadas con la violencia hacia la mujer en el departamento de Intibucá. Se contabilizan un promedio de 111.4 denuncias al año, por delitos cometidos contra mujeres y niñas lencas, que viven en territorio hondureño.

Según la base de datos proporcionada por el Ministerio Público, un 68% de mujeres en el departamento de Intibucá, sufren maltrato familiar, es decir qué 7 de cada 10 mujeres han interpuesto una denuncia por este delito en dicha institución. 

El Ministerio Público también registra denuncias por otros tipos de delitos que atentan en contra de la mujer: Violencia doméstica, psicológica, violencia física y violencia intrafamiliar. 

“La mujer se acostumbra al maltrato porque lo ha visto desde niña y lo considera normal”, explicó la portavoz de los derechos de la mujer en el MP.

Además, asegura que, aunque estas cifras son bastante alarmantes, aún hay mujeres que no denuncian, por temor o porque ya se han acostumbrado a ello; en este contexto también afirmó que, “la mayoría de mujeres que denuncian son de entre 25 a 45 años de edad”.

El equipo periodístico preguntó si estos casos contabilizan a mujeres de la etnia lenca, pero para su sorpresa encontró que el Ministerio Público solo muestra cifras de mujeres en general, es este caso, mujeres del departamento de Intibucá.

La carga invisible de las mujeres lencas

A nivel psicológico el impacto generado incluye un trauma por la agresión, depresión, ansiedad y un sentimiento constante de desamparo con baja autoestima.

Según la Psicóloga Jeymi Rivera, algunos de los factores que están presentes en víctimas de violencia, es tener antecedentes de violencia del padre a la madre, baja autoestima desencadenada por el maltrato de la familia y alcoholismo.

Esto genera que, “las mujeres que permanecen en relaciones dónde sufren de algún tipo de violencia es porque muchas veces sufren de autoestima baja, son dependientes y vieron como algo normal la violencia, reconocer que deben de salir de esa relación es casi imposible y muchas veces tenemos mujeres perdiendo la vida en manos de su pareja porque nunca detuvieron esas agresiones”, afirmó Rivera.

Los daños generados afectan en gran escala, ya que son problemas que se vienen arrastrando desde que son pequeñas, dando como resultado mujeres con autoestima baja, sin amor propio, permisivas y sumisas aceptando todo tipo de maltrato sin poner un alto.

Además, la dependencia económica de sus agresores y el miedo a ser asesinada son obstáculos significativos para romper este ciclo.  

En las comunidades lencas el consumo de alcohol por parte de los esposos o parejas es excesivo, volviéndose en una realidad común que agrava la violencia doméstica que sufren las mujeres.

Muchas de las víctimas narran que el primer episodio de violencia comienza o se intensifica bajo el efecto del alcohol y señalan que sus agresores pierden el control y justifican sus acciones por estar en embriaguez. Este comportamiento permite el ciclo de la violencia y como resultado a las mujeres se les dificulta el buscar ayuda, ya que la presión cultural y social de las comunidades minimiza las agresiones físicas que sufren las víctimas.

Parte de las consecuencias del alcoholismo va más allá de la violencia que sufren las mujeres, se extiende directamente a los hijos, generando ambientes hostiles, con altos niveles de estrés en el hogar, perpetuando el ciclo de violencia intergeneracional.

“Conozco el caso de una mujer que sufre maltrato físico y psicológico, su marido es muy violento, le sugerí que buscara ayuda, lo último que supe es que su hijo de 4 años sufrió abuso físico”, aseguró María Santos Domínguez, líder comunitaria de Santa Catarina.

Gran parte de las mujeres que pertenecen a la comunidad Lenca, han sido víctimas o conocen casos de en donde sus parejas bajo los efectos del alcohol no solo las golpean, las obligan a tener relaciones sexuales sin su consentimiento.

Este tipo de abuso contribuye al trauma psicológico y físico de las víctimas, obligando a las mujeres a estar bajo un rol de subordinación en donde su cuerpo les pertenece a sus parejas y hasta desconocen que tienen el derecho a negarse.

En estas comunidades el estigma social está presente, limitando a las víctimas a alzar su voz y denunciar, actualmente el tema de la violación aún se mantiene, llegando hasta el punto que menores de edad son manipuladas y como resultado tienen embarazos adolescentes.

Según Aracely Díaz, “Las jóvenes se unen a temprana edad, soportan maltratos y hombres alcoholizados solo para que les den un poco de dinero para mantener a sus hijos”.

Para María Santos Domínguez, estos casos se dan más por la influencia de personas extrañas a la comunidad que influyen a los demás, “La juventud lenca es ingenua y manipulable y han llegado personas de la ciudad que influyen de manera negativa a nuestros jóvenes”.

Todas las manifestaciones de abuso hacia las mujeres lencas se centran en gran parte a los múltiples tipos de violencia de género, esta violencia se traduce en una subordinación continua hacia los hombres quienes ejercen control absoluto sobre las vidas de sus parejas, hermanas o hijas, enfrentando distintas restricciones que imposibilita la participación de la mujer en decisiones familiares, comunitarias, económicas y educativas.

Entre la lucha por sus derechos y las barreras del olvido

Las mujeres y niñas lencas a diario están expuestas a un sistema vulnerable que trasciende los derechos sociales, económicos, culturales y políticos. Como resultado a estas restricciones y limitaciones de libertades existe un aumento en los riesgos de abuso, explotación y relaciones violentas.

Debido a la dependencia económica y las limitadas formas de sobrevivencia, además enfrentan la discriminación ante la ley por la minoría que representa la etnia en comparación de la población en general.

La etnia lenca simboliza una gran parte de la identidad hondureña, a través de sus conocimientos ancestrales han preservado prácticas agrícolas sostenibles y una cosmovisión conectada profundamente con la naturaleza.

Sin embargo, su contribución a la sociedad no se limita a la riqueza cultural, influyen en la economía local, especialmente en las comunidades locales por la producción agrícola.

En muchas comunidades el acceso a la educación es escaso, esto permite ciclos de pobreza y limita sus oportunidades.

En algunas comunidades hay niños que no tienen acceso a las escuelas, se limita por las distancias que deben recorrer entre aldeas, existen casos de niños de preescolar que recorren de tres a cuatro horas, cruzando ríos y montañas. En la temporada de lluvias se les imposibilita asistir.

Los estudiantes de secundaria tienen mayores dificultades porque los centros educativos solo se encuentran en partes céntricas del municipio.

Ante esta situación ciertos padres de la comunidad afirman que el asistir a la escuela no les ayuda mucho. Así lo dio a conocer Benigno Matta, “De que les va a servir ir a estudiar si aquí no hay oportunidades de trabajo, porque nosotros vivimos del campo. Con que el niño vaya a primer grado y aprenda a leer, es suficiente”.

Huir para sobrevivir

 

En un estudio reciente realizado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en el departamento de Intibucá la situación de los hogares en condición de pobreza extrema, es más grave, en vista que se reportan tasas de pobreza entre el 46% e inferiores al 54% es decir que en este departamento casi 5 de cada 10 hogares están en condición de pobreza extrema.

Según datos brindados por el Sistema Nacional de Información Educativa de Honduras (SNIEH), desde el año 2020 hasta el 2024, alrededor de 143 niñas lencas abandonaron sus estudios, siendo una de las principales causas la migración dentro y fuera del país.

Otra de las problemáticas que enfrentan las mujeres lencas es un sistema de salud deficiente, la falta de educación muchas veces se entrelaza con la carencia de atención médica, creando un círculo vicioso que afecta su calidad de vida de manera integral.

Uno de los principales motivadores para la migración es la inseguridad ciudadana, los conflictos y violencia ejercida por la pareja o el padre de los hijos(as) y otras personas de la familia.

En el año 2023 la Encuesta Nacional de Migración y Remesas, registró que un total de 33,947 personas indígenas migraron del país, y 14,779 eran personas de la comunidad lenca.  

Aunque la migración de las mujeres lencas no solo se limita a búsqueda de empleo sino también a la protección frente a la violencia, muchas encuentran la migración como un escape de las duras condiciones de vida y la exclusión social que prevalece en sus comunidades.

Sin derechos reproductivos

Un aspecto clave de la violación de derechos humanos en el ámbito de la salud de las mujeres lencas, es la dependencia de sus parejas, en la mayoría de las comunidades las mujeres no pueden acudir solas a los centros de salud. Siempre van acompañadas por sus parejas, quienes limitan las decisiones sobre su cuerpo.

“Las mujeres no tienen voz sobre sus derechos sexuales y reproductivos, no se sienten dueñas de su propio cuerpo, hasta hace poco se permitió que los hombres no firmaran decidiendo por las mujeres en caso de someterse a una operación de ligadura de trompas de Falopio. Ahora existe un cambio, pero las mujeres deben pedir permiso a sus parejas”, afirmó Sonia Casco, integrante de la Organización Intibucana Las Hormigas.

 

En muchos casos las mujeres son maltratadas mientras dan a luz, las denuncias informales y comentarios sobre actitudes deshumanizantes por parte del personal de salud reflejan un trato carente de empatía y respeto, atentando el bienestar físico de las mujeres y dejando secuelas emocionales.

El acceso limitado a recursos médicos y la falta de sensibilización del personal de salud, vulnera los derechos de las mujeres. A ello se le suma la misoginia y el machismo de sus parejas.

Esta situación genera un sentimiento de indiferencia haciendo a un lado la buena salud de la mujer Lenca, según el testimonio del líder comunitario de la aldea Santa Catarina, Bonifacio García, para poder asistir a un centro de salud las mujeres de su comunidad deben trasladarse una hora a pie.

Sus parejas no creen en la planificación familiar y menos en realizarse el procedimiento quirúrgico como la vasectomía, consideran que perderían la hombría, el placer y no serían un verdadero hombre.

“Los hombres lencas no piensan en el bienestar de la mujer al momento de embarazarse, en mi caso, tocaba movilizarnos junto a mi esposa una hora a pie, para poder aplicarse la inyección de planificación, fue un sacrificio para ambos. Ante esta situación, la mejor planificación familiar fue la vasectomía, procedimiento que realicé por el bienestar de mi esposa”, declaró García.

Como resultado ante esta problemática en las comunidades lencas, el tema de la planificación familiar es un tabú. Años atrás las mujeres lencas llegaban a tener de 10 a 15 hijos, mientras amamantaban uno, estaban esperando la llegada de su siguiente hijo. Esto conforme a los años ha cambiado.

Aunque el número de hijos de una mujer lenca ha disminuido, el caso de embarazos adolescentes ha aumentado, convirtiéndose en madres solteras a temprana edad y abandonando sus estudios.

Según Bonifacio García. “Las jóvenes tienen embarazos a temprana edad y descuidan el estudio, se convierten en madres solteras porque los hombres no quieren responsabilidades”.

La salud es un derecho fundamental, pero su garantía no depende solamente del sistema sanitario, también de las decisiones políticas que determinan la asignación y la implementación de programas y políticas públicas.

Sin acceso a la representación política

Muchas mujeres lencas enfrentan una falta de representación en la toma de decisiones que afecta directamente sus vidas y derechos. Esta ausencia en espacios políticos y sociales refuerza aún más su vulnerabilidad, porque no tienen la oportunidad de influir en las políticas públicas que deberían defenderlas.

La falta de inclusión política de las mujeres lencas, limita su capacidad para abogar por sus necesidades y ellas se sienten utilizadas solamente por relleno.

Según el testimonio de las dirigentes de la Organización Intibucana Las Hormigas, las mujeres lencas en la política son utilizadas como relleno, solo se ofrecen puestos sin acción y voz alguna, básicamente la participación es limitada o nula.

Ante esta realidad existen mujeres lencas en la comunidad que gracias a las capacitaciones brindadas por la organización Las Hormigas, tienen un mayor conocimiento en temas de derechos y política, alzan sus voces en defensa de sus derechos, para poder seguir adelante y no ser ignoradas.

Un ejemplo de ello es Doña Caridad, quien cuenta que, “Antes, las mujeres no podían decidir nada. Ahora, poco a poco, vamos teniendo más espacio. Mis hijos ven que las mujeres también pueden liderar, trabajar y ser escuchadas. Eso es lo que quiero dejarles como ejemplo”.

La comunidad lenca vive de la producción agrícola, en la zona las personas producen la papa y hortalizas, sin embargo, las dirigentes Las Hormigas, afirman que una violación de derechos en las mujeres también radica en el derecho al acceso y control de la tierra.

“El acceso y control de la tierra es un derecho de las mujeres, todas tienen acceso, pero no tienen control, no son dueñas de sus tierras, o sea, ellos son, el marido es el dueño, no ellas, la mayoría no tiene control de tierra”, declaró Sonia Casco.

En la aldea El Rodeo, en Intibucá, una mujer lucha y persevera en una comunidad que enfrenta adversidades económicas y sociales. Junto a su esposo, con quien comparte el trabajo en la tierra, esta mujer mantiene viva no solo su hogar, sino también las tradiciones que forman parte de su identidad cultural.

“Yo hago todo: siembro, cocino, hago tamales, tortillas, chilate… incluso manejo el machete y la bomba para trabajar en el campo. Todo lo que tengo, lo saco con esfuerzo”, dice con orgullo, destacando que, aunque las limitaciones económicas han sido constantes, nunca ha dejado de luchar. 

Las mujeres lencas son estafadas constantemente

Además de las exigencias de las mujeres lencas que levantan sus voces, es el respeto a los derechos económicos. En el mercado municipal de Intibucá existe una parte asignada a la comunidad lenca, pero este espacio no se respeta y es tomado por otras personas, obligando a las mujeres lencas a vender sus productos en las aceras de la calle.

A parte del desplazamiento obligado en el mercado municipal, existe un aprovechamiento del comercio, así lo dio a conocer una compradora de la zona, “Hace un par de días compré cilantro fino a una mujer lenca que estaba vendiendo en la acera y acababa de llegar de tierra adentro, el precio de la unidad era de 2 lempiras (0.083 USD). Luego vi que una vendedora del mercado se acercó y compró todo su producto. Fui al negocio de la señora que compró el cilantro y ella lo estaba revendiendo a 10 lempiras (0.42 USD), 8 lempiras (0.33 USD) más que el precio inicial”.

Así como esta forma de aprovecharse de las mujeres lencas que trabajan la tierra, también existe un aprovechamiento en las mujeres que producen la afamada y patrimonial tela lenca.

Con la tela lenca se fabrican productos de identidad nacional: fajas, zapatos, camisas, accesorios, entre otros artículos que destacan a nivel nacional e internacional.

En el mercado de Intibucá, Joaquina Domínguez, una mujer lenca de la comunidad, El Cacao, lucha por mantener viva la tradición de los telares artesanales. Con esfuerzo y dedicación, ha revivido esta práctica ancestral que casi se pierde en su comunidad.

Hoy, sus tejidos no solo son una fuente de ingreso, sino también un símbolo de la riqueza cultural lenca, “Estamos trabajando para que no se pierda nuestra identidad”, afirmó Joaquina, quien se ha convertido en un ejemplo de perseverancia y orgullo cultural en Intibucá, pero que a pesar de las dificultades aún se mantiene de pie produciendo tela Lenca.

La realidad de muchas productoras de la tela lenca no es sencilla. Los intermediarios compran sus productos a precios bajos, lo que dificulta obtener una ganancia justa.

El precio de la yarda de tela es de 130 lempiras (5.18 USD) hasta 160 lempiras (6.37 USD), y los revendedores la piden de calidad pagándola a 50 lempiras (2 USD), causando pérdidas de más de 80 lempiras (3.19 USD) por yarda a las productoras de tela.

Las barreras invisibles que frenan el desarrollo de las mujeres lencas

A diario las mujeres lencas enfrentan limitaciones culturales, sociales y de infraestructura que limita su desarrollo personal y comunitario, creando barreras y generando un círculo sin fin de pobreza y desigualdad que dificulta sus avances, bienestar y empoderamiento.

Aunque la comunidad lenca tiene una historia cultural que representa una parte importante de la población indígena de Honduras en la actualidad los diputados y políticos rara vez abogan por sus necesidades.

Según las mujeres de la zona, la comunidad lenca está en el olvido, son tres los representantes en el Congreso Nacional, Mario Portillo Contreras por el partido Libre, Nelson Márquez Euceda, del partido Nacional de Honduras y Rumy Bueso Meza del partido Liberal, pero ellas afirman que, “No han hecho nada por los lencas, más que su beneficio propio”. 

A pesar de la existencia de ocho alcaldías locales, la realidad es que estas autoridades no han realizado programas que aborden las necesidades específicas de las mujeres lencas.

Como resultado las mujeres lencas se encuentran en una situación de abandono estatal, sin políticas públicas que impulsen su desarrollo y bienestar.

Los problemas estructurales, la violencia de género, la falta de oportunidades laborales, de educación y el limitado acceso al sistema de salud no son prioridad en la agenda política.

En base al testimonio de personas lencas, las comunidades no cuentan con una infraestructura adecuada, es una barrera que limita el acceso de la comunidad a servicios esenciales de salud, educación y el transporte, ya que las malas condiciones de los caminos dificultan el acceso del medio de transporte a las comunidades.

“Los lencas necesitamos ayuda en las escuelas, para que nuestros jóvenes se incentiven a estudiar, la infraestructura, salud y en los proyectos de cosecha”, comentó María Santos Domínguez.

En limitaciones de salud aún existe la enfermedad de Chagas que afecta gravemente estas comunidades, a pesar que en años anteriores se realizaron campañas de vacunación a los mayores de 15 años, aún existen en las zonas personas con dicha enfermedad.

Para Mariza Sevilla, representante de Las Hormigas, la realidad que enfrentan las personas lencas que viven tierra adentro es crítica, “Las mujeres y niños de tierra adentro no tienen el acceso ni a un centro de salud cercano, estas son necesidades básicas tan importantes en el día a día o en la vida diaria de estas mujeres o estos niños y no cuentan con ello”.

La ausencia de centros de estudios en estas zonas rurales limita a los jóvenes a querer continuar estudiando, generando desmotivación, en su gran mayoría el pensamiento colectivo establece que el éxito laboral se reduce a trabajar en un banco limitando su visión de posibilidades.

La opinión de los jóvenes se centra en, “Después de graduarme del colegio, me gustaría trabajar, no seguir estudiando”“Se dice que es bueno trabajar en bancos porque te dan créditos bancarios y así uno puede superarse”, desvalorizando la importancia de la educación y perpetuando la idea que las mujeres no deben de estudiar para poder ayudar a las familias y comunidad.

El pensamiento tradicional de la zona radica en que las mujeres deben priorizar el hogar y la familia limitando su autonomía y capacidad de tomar decisiones sobre su futuro. Gran parte de las jóvenes crecen en entornos donde sus metas son definidas por normas culturales, que minimizan su participación en la educación superior o en actividades económicas independientes.

Mujeres lencas invisibilizadas y olvidadas

La burocracia y los procesos judiciales prolongados son un obstáculo recurrente. Según Las Hormigas, la falta de acción inmediata por parte de las autoridades enmarca la sensación de desamparo en las mujeres. Además, aunque las leyes existen, su implementación sigue siendo deficiente, dejando a muchas víctimas atrapadas en ciclos de violencia.

En las comunidades lencas de Honduras, la discriminación, el olvido institucional y las violencias estructurales perpetúan la situación de vulnerabilidad que enfrentan las mujeres de esta etnia.

A pesar de los avances en legislación y el trabajo de organizaciones locales, como Las Hormigas, la realidad para estas mujeres sigue siendo alarmante; sus derechos fundamentales son violados sistemáticamente y su voz es ignorada en espacios de toma de decisiones.

Una de las funciones de la Organización Intibucana las Hormigas es darles voz a las mujeres lencas, empoderarse y encaminarse a la exigencia de sus derechos, logrando que no sean olvidadas ni apartadas.

Según Ana Díaz, representante de la organización Las Hormigas, “No podemos diseñar respuestas adecuadas si no tenemos un diagnóstico real. Las mujeres lencas son tratadas como cifras genéricas en lugar de ser vistas como un grupo con problemas específicos relacionados con su cultura, pobreza extrema y aislamiento.”

Ante la falta de acción estatal, organizaciones como Las Hormigas han asumido la responsabilidad de brindar apoyo integral a las mujeres lencas. Ofrecen servicios de asesoría legal, atención psicológica y refugio temporal. Además, impulsan talleres de empoderamiento y formación política para que las mujeres puedan alzar su voz en espacios de decisión.

”Necesitamos poder darles un espacio a las mujeres, que ya por si las mujeres estamos constantemente siendo violentadas, también tenemos que tener en cuenta, que, si somos lencas, todavía hay más discriminación hacia nosotras por el hecho de ser lencas y cuando son personas incluso de tierra adentro de nuestro municipio es aún más marcada la discriminación que hay”, declaró Dariela Martínez, representante de las Hormigas.

La Organización Intibucana las Hormigas, en los últimos años han trabajado en la parte de incidencia y han formado parte en las plataformas que impulsaron la ley de Casa Refugio y ante esta aprobación ellas exigen que el departamento de Intibucá tenga una casa de refugio.

Ellas afirman que, “Estamos pidiendo a gritos la Casa Refugio, necesitamos en la comunidad el financiamiento, si al Estado de Honduras, realmente le interesa la situación que enfrentan las mujeres en Intibucá, nos apoyarían para construirla en nuestra zona”. 

También exigen, “La aprobación de la ley de la alerta morada, que las mujeres y las niñas sean buscadas antes de las 24 horas, que eso favorece que puedan ser encontradas nuestras niñas o nuestras mujeres, ya que en la zona hay mucha pérdida también de niñas y mujeres”, afirmó Sonia Casco.

Las mujeres lencas no solo son el legado de una rica herencia cultural, sino también pilares fundamentales de sus comunidades. Sin embargo, mientras continúen invisibilizadas por las instituciones públicas y por los tomadores de decisiones, su lucha por una vida digna seguirá cuesta arriba.

«El Estado tiene que empezar a visibilizar a las mujeres lencas. Necesitamos que las leyes que están aprobadas se apliquen, que no se queden solo en papel, sino que se ejecuten para proteger nuestros derechos.», enfatizaron las representantes de la organización Las Hormigas.

En los 16 días de activismo contra la Violencia de Género, esta investigación destaca las barreras que enfrentan las mujeres lencas y exige a las autoridades acciones urgentes para garantizar sus derechos y bienestar.

 

Créditos:

Investigación, redacción y visualización: María José Cartagena, Carlos Villalvir y Martha Funes.

Fotografías: Leonel Estrada

Edición: Carlos Villalvir

Asesoría y edición final: Lourdes Ramírez



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