Viernes 4 de Octubre de 2024

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DERECHOS HUMANOS

7 de julio de 2024

Pensar la época: “El Estado nunca va a responder a las necesidades reales, como la tierra, el techo y el trabajo”

ARGENTINA:
El Encuentro de Organizaciones (EO) es un espacio social de referencia en Córdoba, con trabajo territorial donde confluyen los barrios populares, los feminismos, la lucha por el cumplimiento de derechos y la construcción de otras realidades. Noelia Feldman repasa el pasado, hace autocrítica y piensa horizontes desde los movimientos sociales. “Nos eligen como enemigos porque vienen por lo que estamos defendiendo, el tejido social”, afirma.

Para las que vivimos en la orilla
buscando un ahora que pueda engendrar futuros
para las que fuimos marcadas por el miedo
Para todas nosotras
este instante y este triunfo
no se suponía que íbamos a sobrevivir

Audre Lorde (Letanía de la supervivencia)

Por Lucía Maina Waisman

Desde Córdoba

Para dialogar sobre esta época del país, Noelia Feldman cita el poema "Letanía de la supervivencia", de Audre Lorde. Después, agrega capas de tensiones, esperanzas, preguntas y desafíos. Noelia es politóloga y desde 2014 integra el Encuentro de Organizaciones (EO), un movimiento social con experiencias comunitarias en distintos territorios de la ciudad de Córdoba. Con 33 años, integró el colectivo de investigación El Llano en Llamas, militó en movimientos contra la violencia policial, acompañó asambleas barriales, tomas de tierras y el Registro Nacional de Barrios Populares en Proceso de Integración Urbana (Renabap).

Hoy integra la Coordinación del EO y desde allí reflexiona sobre las transformaciones que las organizaciones sociales vivieron en los últimos años. Para intentar explicar cómo se llegó a este presente sombrío, realiza algunas autocríticas pero subraya que son las victorias conseguidas desde el 2001 y los privilegios que se afectaron con ellas lo que impulsa esta avanzada de la derecha en el poder. “Nos elijen porque defendemos exactamente eso que ellos necesitan desestabilizar para crear una nueva base material, una nueva subjetividad y una nueva sociedad”,expresa NoeliaY relata cómo la pandemia demostró la importancia de tejer comunidad en los barrios populares ante el avance de actores como la trata o el narcotráfico, que en este momento de crisis de lo comunitario vuelven a encontrar oportunidades para desplegarse.

Una década de transformaciones

El Salario Social Complementario aparece una y otra vez como un “parte aguas”, en palabras de Noelia, en la experiencia de su organización. Impulsado por la CTEP, hoy UTEP (Unión de Trabajadores de la Economía Popular), e implementado a partir de 2016, significó el reconocimiento de muchos trabajos comunitarios y de la economía popular. Pero el desafío de gestionarlos marcó una transformación para muchas organizaciones como el EO, que se vio obligado a reestructurarse ya no solo en función del trabajo barrial sino de discusiones gremiales. Esto generó fragmentación y el desafío de orientar esta medida desde un proyecto político propio, sin perder de vista la construcción territorial.

Haciendo un recorrido por tu militancia. ¿Qué dirías que se transformó en las organizaciones en la última década?

—¿Qué no se transformó? Yo empecé en una organización de composición fuertemente de estudiantes universitarios y algunas asambleas territoriales puntuales. En 2016 empezamos una campaña de lucha por lo que en ese momento llamábamos salario universal, y empalma con un debate a nivel nacional de lo que terminó siendo el Salario Social Complementario. Esto fue un parte aguas muy importante, porque implicó ampliar muchísimo los márgenes de la organización sobre trabajos que habíamos identificado -como el barrendero, la compañera del comedor-, y que fueron reconocidos. Pero de pronto implicó un crecimiento y un desafío enorme. Cambió muchísimo la composición de la organización en términos de clase, de raza, de género. Hoy el EO es una organización fuertemente de base y de mujeres, 90 por ciento somos mujeres en todos los espacios y territorios.

—¿Cómo afectó en esas transformaciones la relación que se fue tejiendo con el Estado?

—El salario social es uno de los factores que impactó en la relación con el Estado pero puedo nombrar otros, como el Renabap. Entre 2010 y 2015 hay un aumento de conflictividad en torno a la tierra y la vivienda en Córdoba. El auge de esa lucha empalma a nivel nacional en 2016 con la propuesta del Renabap: fue una acumulación muy grande de debates históricos que logran traducirse en políticas públicas en pleno macrismo. A la vez, la CTEP logra reconocimiento y la Ley de Emergencia Social también sale en el macrismo. Recuerdo asambleas debatiendo si tenía sentido que nosotros trabajásemos en el Renabap, si le íbamos a entregar al Estado los datos de los barrios cuando estuvimos militando muchísimo tiempo en contra de este Estado, opresor, desigual, extractivista. Fue un debate tremendo y extraño porque no se condecía con el momento político. Finalmente concluyó en que había que probar las herramientas, y proteger lo que teníamos hasta acá.

—Con la destrucción que vemos hoy de los lazos sociales ¿cómo analizan la construcción política de las organizaciones en los territorios, los modos de construir comunidad durante los últimos años?

—El horizonte más certero al cual apostar es el alimentar los lazos comunitarios. Nosotros teníamos una construcción más bien territorial, asamblearia, que cuando aparecen los salarios sociales nos obliga a un reordenamiento en función de áreas de trabajo, la rama textil, la rama cartoneros, y de pronto es difícil modular que formamos parte de una misma organización y una misma agenda. Entonces se apostó por volver a las asambleas zonales y ver que los territorios no podían quedar por fuera de esa discusión. Y el hito de ese acierto se vio en la pandemia, cuando los barrios donde había referencias claras y lazos que iban mucho más allá, lograban articular alimentos, barbijos, información, lo que hiciera falta.

Ahora lo sigo viendo de la misma manera, solo que hoy, y en la pandemia también, así como nosotros estábamos desplegando territorialmente, el narcotráfico hizo lo mismo, la trata hizo lo mismo. Los momentos más tremendos, de autos que circulaban llevándose pibas secuestradas, fueron en la pandemia.

El territorio tiene una centralidad fundamental para el capital y para la construcción de poder popular. Y hoy estamos perdiendo territorio, quedamos debilitados frente al avance de todas estas otras fuerzas.

—¿Qué rol jugó el feminismo en todos estos procesos?

—Fue central pero absolutamente subterráneo y orgánicamente muy peleado: creo que fui y fuimos muy conservadores cuando las compañeras planteaban discusiones desde el feminismo, y lo lamento mucho porque implicó rupturas, desgastes. En plena pandemia, cuando estaban las redes de trata, tuvimos una asamblea para decir: ¿qué hacemos? Bueno, salir a armarnos, armar un grupo de choque de mujeres, rondas nocturnas, y ninguna de esas ideas hubieran sido posibles si no hubiese habido una marea subterránea. Desde eso hasta la conformación concreta de nuestra organización, que hoy seamos tantas mujeres, que también tiene que ver con la metodología de trabajo.

Soberbias y revanchas

—¿Se cometieron errores en la relación que mantuvieron las organizaciones sociales con el Estado? ¿Hay una autocrítica al respecto?

—Las compañeras en el barrio lo que dicen hoy es “el salario social nos rompió”. No lo dicen todas, pero lo dicen, también con la frustración de que muchas hoy deciden irse cuando les llega el Whatsapp de Milei diciendo “no cuentes más con las organizaciones”. Hay que hacer una autocrítica de cómo tuvimos o no la capacidad de convertir el salario social en algo más, si podríamos haber hecho algo superador. Y sí tengo una crítica severa sobre ciertas organizaciones por ver lo que hacen en el barrio. Hubo una soberbia de clase que no sirvió para nada para la oportunidad que teníamos. Se cagaron en la gente, en para qué era el salario: el otro tiene que ser un sujeto que se dignifique en el proceso, no un perro que vos llevas y traes. Por otro lado, sí noté una separación de intereses muy clara tanto de las conducciones nacionales como en lo local. La premisa nuestra es que el Estado nunca va a responder a las necesidades reales: lo que estamos discutiendo es la redistribución de la tierra, del techo y del trabajo ¡pues nunca lo va a hacer! Entonces nunca tiene que poder dejarnos cómodos. En otras esferas provinciales esos límites no estaban claros, entonces muy poca conquista y reconocimiento es suficiente para que no hagamos más nada.

—¿Qué factores influyen en que esta estigmatización del feminismo y de las organizaciones como sinónimo de “no trabajan y cortan calle” impulsada por este Gobierno tenga eco en la sociedad?

—Por un lado hay un relato subterráneo que tiene que ver con el 99 por ciento: creo que no pudimos construir un relato de mayorías, y hay que ver qué no estábamos pudiendo dilucidar de lo que estaba ocurriendo. Y después saber que en todo este periodo que logramos ciertas victorias, desde el 2000 hasta hoy, tocamos privilegios. Los barrios populares se urbanizan con la plata del aporte de las grandes fortunas, el reconocimiento de los barrios implica que no puedan desalojar, cuando la ciudad de Córdoba entera se fundó desalojando 300 villas. Esto se replica en la Patagonia, en el norte, les estábamos diciendo “hasta acá”. El Ministerio de la Mujer, así fuese simbólico, es lo primero que eligieron como enemigo público. Elegimos como enemigo al uno por ciento, y es muy revanchista lo que estamos viendo, casi infantil. Nos han elegido como enemigos no por una incapacidad sino porque efectivamente vienen por lo que nosotros y nosotras estamos defendiendo. Lo que están atacando es el tejido social, lo que somos como seres humanos. Y lo que promueven es el “me salvo solo”, odiando al resto.

Balances y ensayos de futuro

Según Noelia, hay que pensar el origen de este ciclo en los ´70, y reconocer que desde entonces hubo conquistas y aprendizajes, incluso en la reacción actual de las organizaciones, que sigue siendo política frente a un Gobierno que ataca continuamente al sector, con represión y retomando discursos de la dictadura militar. En cuanto a los gobiernos kirchneristas, reflexiona que se trató de “una inclusión extraña, individualizante”, que no promovía los espacios organizativos: “Lo noto mucho al día de hoy con las militancias kirchneristas que conozco: no hay construcción territorial, hay referentas con ideas, pero no una construcción de base”.

—¿Podés detectar alguna similitud entre el macrismo y el Gobierno actual?

—Fue la antesala sin duda, pero lo triste es que encuentro más similitudes entre Macri y Alberto Fernández, que es un loteo del estado nacional, con áreas que no se hablan entre sí, ineficientes en el accionar. Y sí existe hoy un antipobrismo que Macri no logró llevar adelante con éxito. ¿Te acordás de él en la playa sacándose la foto con los pibes? Él tenía que hacer eso, tocar un pobre cada tanto. Milei puede decir que espera que los pobres se mueran en la calle sin problema. Creo que es ese relato con la libertad de serlo.

—El cambio que se ve hoy a nivel estatal y todo lo que eso implica, ¿está llevando a repensar la institucionalidad, la instancia electoral y partidaria como espacio de disputa para los movimientos sociales?

—Hoy hay una acumulación muy fuerte en experiencia de gestión comunitaria y de gestión estatal. La perspectiva más optimista creo que es ensayable en geografías más pequeñas. Otra perspectiva en vinculación con el Estado en el futuro debería tener seriamente en consideración la descentralización y desconcentración de las ciudades, y de los recursos, y con eso viene la desconcentración del poder. Lo que está pasando también es que se desarma lo que no pudimos parar autogestivamente, y hay una parte de realidad absoluta, que es que no se podía sostener de otra manera. Hay que poder ensayar otra forma de intercambio, basada en otras ideas. Y hay un impulso: esto no se terminó, no hay un final sino parte de un tiempo. Pero creo que hay que acompañar mejor los tiempos, porque por algo llegamos acá. Entonces toca hacer de tripas corazón, esperar, ver qué queda y volver a armar sobre las pocas certezas que pudimos conseguir.

 

FUENTE: https://agenciatierraviva.com.ar/pensar-la-epoca-el-estado-nunca-va-a-responder-a-las-necesidades-reales-a-la-tierra-al-techo-y-al-trabajo/

 



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