Por Gustavo Campana

ARGENTINA: 

El primer dato que hay que tener en cuenta es una vieja historia de 1806, primera invasión inglesa. Llegan y se quedan cerca de 50 días, ondeaba la bandera británica, donde está hoy la Casa de Gobierno, que era el viejo fuerte de la pequeña aldea. Cuando el general Beresford y sus fuerzas llegan acá, imponen la economía de mercado por primera vez. Podemos decir que después de 300 años de monopolio español, llega el “neoliberalismo” de la época. Y entonces cuando hacía 20 días que estaban, 40 familias, todas españolas conformadas por comerciantes, esclavistas y contrabandistas, llegan para jurar fidelidad por su majestad británica. Pero hay un tipo, un madrileño, que esa noche jura dos veces y es las tres cosas: es contrabandista, es comerciante y es esclavista. Jura dos veces porque Beresford le ofrece para acelerar los tiempos políticos y ganarse la confianza de los hombres y mujeres del lugar, le ofrece la aduana, que es manejar toda la plata de esa pequeña aldea. Cuando uno dice que ese señor se llamaba Martínez de Hoz, José Martínez de Hoz, termina de explicar 208 años de historia política y económica de la Argentina. ¿Qué sucede con el segundo de la dinastía? Negocia con Rivadavia el primer reparto de tierras en la Enfiteusis. ¿Qué sucede con el tercero de la dinastía? Negocia con Roca después de la Campaña del Desierto el segundo reparto de tierras. A finales del siglo XIX, esta familia de un comerciante, esclavista y contrabandista tiene dos millones y medio de hectáreas. Esa es una marca de nacimiento que nos persigue hasta el presente. Porque esos tipos que fueron los dueños de la tierra, automáticamente se convencieron que eran los dueños de la vida y de la muerte de los habitantes que estaban parados encima de ella. Roca consolida la Campaña al Desierto, segundo genocidio a los pueblos originarios, el primer genocidio mató a 70 millones de seres humanos, por esa locura desmedida de oro y plata de la conquista europea en todo el continente americano durante tres siglos.

Esa es una marca de nacimiento que tiene que ver con esta economía extractivista primaria a la que te somete el norte después de la Revolución Industrial. Por lo tanto, estas son las caras siglo XXI, de una historia que entre nosotros tiene como mínimo cuatro siglos, con distintas modalidades, distintos apellidos, pero con las mismas consecuencias, siempre con las mismas consecuencias. Para que esto sobreviva, tiene que morir Patria, Soberanía e Independencia. Para que esto sobreviva, lo que tiene que morir, bajo todo punto de vista, es el derecho de cada uno de los pueblos a poder fijar cómo será su subsistencia, y a su vez cómo será su calidad de vida. Esto nos preside desde el primer día, donde la batalla entre un proyecto de país y un modelo de colonia se instala desde antes de la instauración de la patria, desde antes de 1810. Quizás a partir de este relato que acabamos de hacer, contándote quién era ese primer José Martínez de Hoz que, por supuesto, fue el que plantó la bandera entre nosotros de que el capital justamente no tenía patria. Así que esto que estamos viendo es la cara nueva de un viejo problema no resuelto porque la batalla está inconclusa. Y como siempre los muertos los ponemos nosotros y siempre las pérdidas son nuestras y las vaquitas son ajenas, parece que en esto somos los grandes derrotados eternos. No. La batalla está inconclusa, pese a que tiene para nosotros un costo enorme. Pero a seguir en la pelea, porque hay historias desde hace más de 30 años con Gastre en Chubut, de aquí para adelante cuando frenaron la instalación de un basurero nuclear que nos alientan a pensar que mañana se puede levantar otra vez el pueblo de Gualeguaychú como lo hizo con las pasteras, o que puede levantarse Catamarca contra la minería a cielo abierto, San Juan, Misiones contra las represas y a favor de la biodiversidad, en fin, es una pelea constante y esa pelea tiene que ver no solamente con nuestra identidad sino con qué queremos ser: Patria o colonia