OPINIÓN
19 de septiembre de 2021
LAS GUERRAS COMERCIALES Y LAS SUBJETIVIDADES ANESTESIADAS
Alfredo Grande es psiquiatra, psicoanalista, psicólogo social, escritor y periodista. Director y actor teatral. Miembro fundador de ATICO (Cooperativa de trabajo en salud mental). Autor de Crónicas de trapo.
Cuando hablo de cultura represora hablo de cuatro registros, que son la amenaza, el mandato, la culpa y el castigo. Estos cuatro elementos con distintas combinatorias, más culpa, más amenaza, más castigo, más mandatos, depende ¿no?, pero es un cóctel que está siempre presente; y está presente incluso desde antes que nacemos. Lo interesante y lo trágicamente terrible de estos momentos es que la cultura represora colonizó la alimentación. Si deploramos el hambre… Yo estoy en la Fundación Pelota de Trapo, Alberto Molaquetti hace más de 40 años hablaba de que el hambre es un crimen. Pero curiosamente hoy también es un crimen la alimentación, es decir que, esto es lo que logra la cultura represora, una cuestión paradojal. Por un lado mata con el hambre, pero también mata con aquello que debería saciar el hambre que es la comida. O sea, si nosotros pensamos y nos dejamos implicar por esta idea, realmente estamos en el umbral de lo terrorífico. Es decir, que casi mil millones de personas sufran el hambre, sufran las consecuencias del hambre, las desnutriciones, es muy grave. Pero si pensamos que aquellos que se alimentan, se alimentan con materiales que son tóxicos, la situación se complejiza aún más. En el G20 asistimos impávidos a lo que se define como “guerra comercial”, entre China y Estados Unidos. Pensemos en el poder que siempre tuvo el complejo armamentístico a nivel mundial, pensemos en asociar el comercio con la guerra. En realidad, históricamente el comercio era justamente el lugar de la guerra, se comerciaba, se terciaba, se ofrecía canje, trueque, como se llamara, mucho antes de la aparición del equivalente al dinero, y cuando no había acuerdo, era la guerra. Pero ahora no, ahora se asocian los dos términos y a nadie le preocupa. O sea, el comercio es la continuación de la guerra por otros medios. Esa famosa frase del Barón Von Clausedith que algo sabía del tema. Por lo tanto la producción de alimentos se da, no ya para saciar el hambre sino justamente para lucrar con el negocio, pasa en todos lados. El problema del capitalismo es el lucro, no la ganancia. El capitalista busca lucrar.Entonces si para lucrar a través de la alimentación tiene que envenenar con su alimento, no va a tener absolutamente ningún problema. Los Estados no solamente son cómplices sino que son copartícipes necesarios de estos crímenes contra la humanidad. El segundo libro que publiqué en Pelota de Trapo, se llama “El crimen de la paz”. Y aludo en parte ahí, que en la paz, que yo la denomino “tregua”, porque la paz es la pax romana que es la paz del dominador, del emperador, en esa paz, en esa tregua, en esa paz romana, el privilegio es justamente utilizar la necesidad al servicio del lucro. Y el lucro necesita agrotóxicos que tienen su origen en los remanentes bélicos, necesita semillas patentadas, transgénicos, dependencia. Y se bloquea esa diferencia que alguna vez hubo, entre lo que es alimento y lo que es veneno. Antes uno decía “mira, esto es veneno”, se decía que venía en frasco chico. Bueno ahora no. Ahora el alimento también es veneno o el veneno también es alimento. Esto es un logro de la cultura represora, ha fusionado, ha mezclado dos cosas que siempre estuvieron separadas. ¿Por qué?, porque la cultura represora une lo que tiene que estar separado y separa lo que tiene que estar unido. Creo que la lucha por que el hambre no sea satisfecha con tóxicos, con venenos, es una lucha fundante contra todas las formas de cultura represora. Y creo realmente que hoy esta guerra que nos han declarado las grandes empresas nos tiene todavía en un estado de subjetividad anestesiada, que por suerte muchos militantes, muchos luchadores, se empeñan en hacernos despertar, y bueno, esperemos que ese despertar no tarde demasiado porque como ya escribió Bertolt Brecht hace muchas décadas: “En algún momento puede ser tarde”.
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