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POLITICA

10 de agosto de 2024

Rosario Murillo busca el control total del sandinismo y avanza en las purgas del círculo leal a Daniel Ortega

NICARAGUA:
Una discusión con Rosario Murillo le costó el puesto y su libertad al hasta hace unos días jefe de escoltas del dictador Daniel Ortega, comisionado general Marcos Alberto Acuña Avilés.

En Nicaragua se ha vuelto común la frase “si cayó este, que no podrán hacer con uno”, cada vez que un “pez gordo” del sandinismo es destituido, cae en desgracia o es encarcelado. Sucedió con el propio hermano de Daniel Ortega, el general en retiro Humberto Ortega, con la presidente de la Corte Suprema de Justicia, Alba Luz ramos, y hace unos días con el hijo del fallecido fundador del partido de gobierno, Carlos Fonseca Terán, entre otros.

“Y entonces, ¿los únicos que están “a salvo y seguros” en la DICTADURA, perdón, quise decir, en la Revolución solo son los mismos Ortega y Murillo? A estos no se les ha escapado nadie, ni el escolta personal, el sacerdote que los casó, el padrino de boda, el que les salvó la vida en la montaña, el que los albergó en su casa, es más, ni su propia hija. Si mañana sospecharan de la misma Camila, Laureano o Juan Coca, hasta ahí llegaron”, expuso en la red social X el abogado Yader Morazán.

Junto Acuña Avilés, el jefe de escoltas, se ha conocido en estos últimos días del despido de dos ministros, una viceministra, y el encarcelamiento de dos sandinistas de “hueso duro”.

Uno de los sandinistas de la vieja guardia es Jorge “El Cuervo” Guerrero, de 81 años, quien fue apresado el 16 de julio pasado, acusado de corrupción. Guerrero es un viejo compañero de Daniel Ortega en la guerrilla y una de las pocas amistades que conserva el dictador nicaragüense.

Fonseca Terán era hasta hace poco un férreo defensor y símbolo del régimen de Daniel Ortega y fue durante un tiempo el encargado de relaciones internacionales del Frente Sandinista. Se le recuerda por un video viral que protagonizó, el 22 de noviembre de 2018, durante el Foro Mundial del pensamiento crítico, en Buenos Aires, Argentina, cuando irrumpió en el evento para increpar a los opositores nicaragüenses que se encontraban ahí. “¡No pudieron ni podrán!, conmigo se equivocaron, golpistas de mierda”, gritó.

El pasado 30 de julio patrullas de la Policía llegaron a su vivienda, en Lomas del Valle, en Managua, y se lo llevaron detenido junto con su esposa Arlen Cuadra Núñez sin explicación oficial sobre estas detenciones. Según medios locales, el delito de Fonseca Terán habría sido mantener un grupo de WhatsApp “no autorizado” donde promovía el debate político.

Otro caso de purga es el del poderoso exsubdirector de la Policía y jefe de investigación y de inteligencia política, comisionado general en retiro Adolfo Joel Marenco Corea, quien fue destituido y apresado en enero de 2023 por supuestos actos de desobediencia, corrupción y “colaboración con Estados Unidos”.

La sucesión en el poder es un tema muy sensible para Rosario Murillo, quien desde que Daniel Ortega regresó a la Presidencia, en enero de 2007, trabaja para proyectar su figura y tejer las redes de control que le permitan mantener el poder después de Daniel Ortega.

“Rosario Murillo se sostiene sobre su propio circuito de lealtad”, añade Gutiérrez, y por ello está empeñada en destruir “el circuito anterior a ella, que es leal a Daniel Ortega y al partido (Frente Sandinista)”.

Daniel Ortega cumplirá en noviembre próximo 79 años y vive encerrado en su búnker, en El Carmen, Managua. Es un hombre enfermo y con pocas energías, y, según personas cercanas a la pareja de dictadores, se levanta muy tarde, pasa el día generalmente en ropa deportiva o pijamas, viendo noticias, series o películas por los canales de streaming.

La fuente familiar asegura que Ortega se ha vuelto inaccesible para su círculo cercano de amigos y leales, y que incluso las llamadas telefónicas que recibe deben ser aprobadas por Rosario Murillo. En muchas ocasiones Ortega ni se entera de que lo han llamado, dice.

En cambio, Murillo parece dotada de una fuente de energía inagotable. Es capaz de aparecer en cadena nacional en la madrugada describiendo un sismo que segundos antes sacudió al país. Supervisa, redacta, corrige o aprueba los documentos que se harán públicos en ministerios, la Cancillería o la Policía, y hasta medios oficialistas.

En octubre del año pasado, La destitución de Ramos marcó el inicio de una barrida en el Poder Judicial que ya alcanza más de 1,100 despidos y que le dio el control total de ese poder del Estado a Rosario Murillo, quien ha comenzado a reemplazar a los jueces y funcionarios despedidos con personas leales a ella.

“Hasta 2018, el Ejército y la Corte Suprema le guardaban lealtad y le informaban directamente a Daniel Ortega. Desde 2018, el mismo Ejército comenzó a bajar su rey. Antes, el Estado Mayor del Ejército y los magistrados de la Corte solo llegaban a las reuniones de Gabinete o de Comité de Crisis, cuando estaba Daniel Ortega. A partir del 2019 comienzan a llegar cuando ella dirige. Ahora es ella la que manda”, señala Gutiérrez.

“El Frente Sandinista es un partido tradicional y machista, y el tema de la heroicidad todavía está primando. Ortega le funciona (a Murillo) nada más como un sostén momentáneo. Por lo tanto, todo aquello que sea una sombra lo van a cortar”, dice.

A la necesidad de construir un andamiaje que permita sostener el poder en la familia más allá de Daniel Ortega, se une el propio carácter iracundo de Murillo, una persona dada a estallar en rabia, atacar con insultos o destituir y encarcelar a quienes la contradigan.

En el caso de Acuña, el escolta de Ortega, la Policía Nacional informó con una nota de prensa de la destitución y baja deshonrosa, arguyendo que Acuña desobedeció “flagrantemente órdenes superiores, poniendo en riesgo la seguridad ciudadana”.

Sin embargo, extraoficialmente se supo que su caída en desgracia está ligada a una discusión que sostuvo con Murillo.

Corrupción sería el origen de la reciente caída en desgracia del ministro Agropecuario, Bosco Martín Castillo Cruz y de la viceministra de esa misma institución, Ivania del Carmen León Rivas.

El caso de Carlos Fonseca Terán tiene que ver, según el sociólogo Juan Carlos Gutiérrez, con la imposibilidad de sostener ideas políticas distintas dentro del Frente sandinista.

Para Gutiérrez, “Daniel Ortega ha quedado solo como una figura para mostrar ante una masa acrítica, borrega, y ante una seudo izquierda trasnochada que le da cierto respaldo. Ortega será una figura mientras le permita transitar hacia ella, ella se ha sostenido sobre la figura de Ortega”.



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