ARTICULO
6 de abril de 2025
Reflexiones desde el aire

Volando desde Buenos Aires a El Salvador con muchas horas de tiempo para pensar me puse a mirar desde el cielo los distintos lugares por los que pasaba cuando la nubes me dejaban ver.
Me encanta volar y poner en mi mente imágenes de los lugares por donde paso. Es asi que comence a pensar en nuestra América Latina y así, espontáneamente, me nació este artículo
Por: Gerardo Dure*
A 11,000 metros de altitud, la cabina presurizada se convierte en un observatorio privilegiado. Abajo, la Tierra, un tapiz vasto y complejo, se revela a través de las nubes. No son las nubes grises y amenazantes de la tormenta, sino formaciones níveas, esculturas efímeras que danzan al compás de las corrientes atmosféricas. Son, en mi imaginación febril, caricias que intentan consolar al Abya Yala, el continente latinoamericano, una tierra marcada por la historia y la lucha.
Desde esta altura, la geografía se simplifica, se convierte en un mapa en relieve, físico diríamos en la escuela. El mar, un azul profundo e inquietante, acaricia las costas con una persistencia notable. Las montañas, cordilleras imponentes que desafían la gravedad, se levantan como guardianes silenciosos. Las llanuras, extensas y ondulantes, se despliegan como alfombras verdes y doradas. La diversidad del paisaje latinoamericano es abrumadora, una sinfonía de formas y colores que testimonian la riqueza natural de nuestro continente.
Pero la belleza que se despliega ante mis ojos esconde una realidad más sombría. A esta distancia, las cicatrices de la historia se difuminan, pero no desaparecen. La tierra, que se me antoja tan fértil y generosa, ha sido históricamente desangrada, explotada sin miramientos. La violencia, en sus múltiples formas, ha sido una constante en el devenir de nuestros pueblos. La injusticia, la desigualdad, la corrupción, son heridas que aún supuran, que impiden el pleno florecimiento de la Patria Grande..
La metáfora de la violación, aunque cruda, no es exagerada. Abya Yala ha sido violada en su dignidad, en sus recursos, en su cultura. Las potencias extranjeras, ávidas de riquezas, han saqueado sus tesoros, han impuesto sus modelos económicos y políticos, han sembrado la discordia entre sus pueblos. Las élites locales, cómplices de este despojo, han perpetuado un sistema de opresión que beneficia a unos pocos a expensas de la mayoría.
Las nubes, esas caricias blancas que intentan suavizar la crudeza de la realidad, no pueden ocultar la verdad. La tierra latinoamericana necesita más que consuelo; necesita justicia, equidad, libertad. Necesita que sus hijos e hijas se levanten en defensa de su patrimonio, que luchen por un futuro mejor, que construyan una sociedad más justa y solidaria.
Desde mi privilegiada atalaya, me siento impotente, pero también inspirado. La belleza del paisaje me recuerda la grandeza de este continente, su potencial inmenso. La historia de sufrimiento me impulsa a la acción, a la denuncia, al compromiso. Sé que mi voz es pequeña, pero creo en el poder de la palabra, en la capacidad de la conciencia colectiva para transformar la realidad.
Al descender, llevo conmigo la imagen de Abya Yala, la tierra herida pero resiliente, la tierra que sueña con un futuro de paz y prosperidad. Llevo conmigo la responsabilidad de ser parte de la solución, de contribuir a la construcción de un continente más justo y humano. Las nubes, esas caricias blancas, me acompañan en mi viaje, recordándome la belleza y la fragilidad de nuestra tierra.
Y aterrizo en el Aeropuerto de San Salvador que lleva el nombre de San Oscar Arnulfo Romero y Galdamez, nuestro Santo de América quien nos dejo una tarea titánica pero no imposible: Cambiar de Raíz el sistema.
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